HACE unos 75.000 años, un volcán de la isla de Sumatra en Indonesia, entró en erupción. Pero no una cosa normalita, sino una megaerupción. La nube de cenizas que produjo, provocó un invierno volcánico de unos seis o siete años, originando un descenso de temperaturas, a nivel global, de varios grados centígrados (unos 3 – 3,5ºC de media) que en las zonas templadas podría haber llegado a los 15ºC. Esto produjo un cambio drástico en el clima y en consecuencia en la vegetación y en la fauna, lo cual parece que provocó una catástrofe humanitaria.
De las distintas especies de homo que posiblemente aún habitaban nuestro planeta parece que sólo sobrevivió la nuestra el Homo sapiens. Y estos quedaron, según hoy día consideraríamos, al borde la de la extinción, ya que según los estudios realizados (Stanley H. Ambrose de la Universidad de Illinois), tan solo quedaron entre 1.000 y 10.000 parejas reproductoras (eso de parejas supone un concepto bastante elevado de nuestros antepasados).
En fin, el hecho es que se redujo la población humana hasta el punto descrito. Obviamente la población entonces no puede comparase a la actual, pero es un punto interesante, y es eso lo que me ha llamado la atención.
Nuestros continentes están flotando sobre el manto terrestre, en constante movimiento, lento, pero incesante. Vamos en una especie de nave, a la deriva sobre la tierra… pero ese es otro tema, para otro día.
¿Qué ocurriría hoy en día si nos sobreviniese una erupción de tal magnitud?. Imagínate, toda nuestra civilización, en realidad todas las civilizaciones, se vendrían abajo. La alimentación: sin sol no tendríamos vegetales y sin vegetales no tendríamos animales. Las necesidades energéticas serían brutales, en un inicio, claro, después, no quedaría mucha gente para encender bombillas. Acabaríamos con el carbón, con el petróleo, y arriba el cielo, sin sol…
Es curioso que siempre imaginamos la destrucción de la tierra por agentes externos, especialmente por algún meteorito que nos golpee, y sin embargo, seguramente es mucho más probable que estemos viviendo encima de lo que origine el fin de la vida, tal y como la conocemos, la misma Tierra, esa que muchos se empeñan en llamar la Madre Tierra.
En fin, la geología no entiende de biología. La geología es anterior, y no necesita de la biología. La biología sí la necesita.