Acerca de "Derrotas y victorias"

EL origen es la causa de todo. El origen es el amor. Amor, que eterno, lo tenía todo pensado. A ti, a mí, al ornitorrinco, al paramecio, a las habas, incluso a las lechugas, sí. (Sólo enumero, no equiparo). El amor... el amor es Dios.

Este espacio está dedicado a las derrotas y victorias del amor, en sus múltiples facetas: amor divino, amor afectivo, amor al conocimiento, a la razón, a la verdad, a los peces de colores.

De cuándo ha perdido el amor y de cuándo ha ganado.

domingo, 8 de abril de 2012

Y después de la Pascua ¿qué?


ARRECIAN los días, se apuran sus horas, parece que ya no hay tiempo. Sujetos a las mareas subimos y bajamos, mecidos por las olas de lo que acontece, oleaje pertinaz que atormenta nuestra alma, la aflige con la pena por lo perdido, lo arrastrado por la corriente.


¿Y qué diré? ¡Qué daño he causado! Tanto dolor en un solo corazón. ¿Cómo repararlo? Ni oso siquiera pensarlo. Osado rogar perdón. Perdón. Resuena un canto lejano en mis tímpanos, un cantar victorioso “¡oh feliz culpa! que mereció tan grande redentor”. Mis pupilas quieren ver, tantísimas lucecitas que tiemblan, persiguiendo en la oscuridad una luz potente. “Alégrese la tierra inundada por la nueva luz; el esplendor del rey destruyó las tinieblas, las tinieblas del mundo”. Mi retina retuvo las tintineantes velas. Dejo caer los párpados y las veo.


Muchedumbre, timbales, flautas. Los armónicos se perciben en el aire. Chelos, violas. ¡Cuerda!. Su melodía apremia al canto. La liturgia se desata. El esplendor del rey lo arrebata todo, porque llega, ya está aquí: es el lucero de la mañana, la estrella que no conoce el ocaso. ¡Es Cristo resucitado, que ha vencido la muerte y del infierno retorna victorioso!.


Y yo aquí, en casa. Ebrio de mí mismo, ciego,  aun gritando ¡no tenemos más rey que al Cesar!


¡Sécate las lágrimas, estúpido! aún estás a tiempo. Dicen que a María le ha dicho “diles que vayan a Galilea, que allí me verán”. Allá que me voy,  a Galilea. Y te lo digo: ¡nada me lo va a impedir! A Galilea, dondequiera que esté esa Galilea.