Acerca de "Derrotas y victorias"

EL origen es la causa de todo. El origen es el amor. Amor, que eterno, lo tenía todo pensado. A ti, a mí, al ornitorrinco, al paramecio, a las habas, incluso a las lechugas, sí. (Sólo enumero, no equiparo). El amor... el amor es Dios.

Este espacio está dedicado a las derrotas y victorias del amor, en sus múltiples facetas: amor divino, amor afectivo, amor al conocimiento, a la razón, a la verdad, a los peces de colores.

De cuándo ha perdido el amor y de cuándo ha ganado.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Libertad, igualdad y fraternidad.

HABRÁS oído alguna vez lo de libertad, igualdad y fraternidad ¿verdad?. El lema de la Revolución Francesa. La que consagró a la diosa Sabiduría y apartó a Dios de en medio.

Es curioso que las tres condiciones que caracterizan el lema tengan origen justamente en el Evangelio, como ahora mismo tendremos ocasión de comprobar, y que en la única cultura en la que podrían darse es en la judeocristiana, ni en las culturas orientales ni en las animistas africanas ni en el Islam.

Libertad.

Yo soy la Verdad. La Verdad os hará libres. Dios quiere un pueblo de hombres libres, hombres que en su libre albedrío elijan. No quiere forzar a nadie, ya que a todos ama, no necesita que hagan lo que él quiere. De hecho las manifestaciones de Dios siempre te dejarán libre para que creas o no. Nadie nunca obró así.

Igualdad.

Cristo murió por todos los hombres. Dirá San Pablo: ya no hay ni judíos ni griegos, ni amos ni esclavos, ni hombre ni mujer, porque la salvación que nos trajo Jesucristo es igual para todos. A todos nos pensó desde antes de la Creación, a todos nos creó, a todos nos ama, por todos ha muerto y resucitado, y su salvación a todos alcanza.

Fraternidad.

Ve y anuncia a mis hermanos que subo al Padre mío y Padre vuestro, dice Jesús Resucitado a María Magdalena. Cristo ha ganado para nosotros la naturaleza filial de hijos adoptivos de Dios Padre. Dios es su Padre, Jesús es nuestro hermano, nosotros somos hijos de Dios y hermanos pues.

Libertad, igualdad y fraternidad. No digo, obviamente, que la revolución francesa sea cristiana, porque no lo es. Pero sí quiero destacar que un acontecimiento así solo puede gestarse en el caldo de cultivo que es una civilización que tiene unos patrones que transmiten en su antropología estos conceptos.

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