COMO no podía ser de otra manera, y ya llueve sobre mojado, el recurrente pensamiento de "qué hubiera sido mi vida si “, invade mi alma.
Estoy cuidando un examen de la asignatura de Bioindicadores. Hay pocos alumnos. Dos chicas, repetidoras, y dos chicos, de este año. Es una asignatura optativa. Es muy difícil que copien, son cuatro, cuatro gatos, por lo que puedo escribir un poco.
Hay menos alumnos de los que son porque hace tan sólo tres días fue el entierro de una de sus compañeras. Murió en un accidente de tráfico. Dicen que ha afectado al grupo. Lo creo.
La muerte siempre que se presenta no deja indiferente al ser humano. Es posible que sea una de las características propias de él. La consciencia de la muerte, que condiciona la vida humana. Incluso San Pablo dirá por el miedo que tenemos a la muerte vivimos sometidos a la esclavitud del pecado ya que queremos evitar incluso la sensación anímica de la muerte. Pero volvamos a donde estábamos. Esa consciencia de la inevitabilidad de la muerte corroe la existencia humana. Tenemos un final. Y no lo parece. Y por no parecerlo, cuando la muerte se presenta en nuestra vida, como en la de estos estudiantes, bueno, y en la de toda la universidad, no te deja indiferente. Y tú, de alguna manera, dialogas con ella, pero a la segunda frase quieres huir. Escapas de ti mismo, de tu realidad. No puedes creer, o quizás mejor, pensar, que tú tengas un final. Porque creer lo crees, es indudable que somos finitos, pero pensarlo, amiguito, eso es otra cosa.
Y te puede ir bien, y te puede ir mal, y te puede ir fatal, pero de la muerte, que podía ser una salida a tanto sinsabor, ni hablar.
Y yo me pregunto, ¿Qué tendrá este valle de lágrimas que todos están jodidos pero nadie quiere morirse?.
Yo, particularmente, creo en la vida eterna, la vida no es sólo ésta ni esto, hay más, pero eso de morirme... ¿Y sí duele?.
Estoy cuidando un examen de la asignatura de Bioindicadores. Hay pocos alumnos. Dos chicas, repetidoras, y dos chicos, de este año. Es una asignatura optativa. Es muy difícil que copien, son cuatro, cuatro gatos, por lo que puedo escribir un poco.
Hay menos alumnos de los que son porque hace tan sólo tres días fue el entierro de una de sus compañeras. Murió en un accidente de tráfico. Dicen que ha afectado al grupo. Lo creo.
La muerte siempre que se presenta no deja indiferente al ser humano. Es posible que sea una de las características propias de él. La consciencia de la muerte, que condiciona la vida humana. Incluso San Pablo dirá por el miedo que tenemos a la muerte vivimos sometidos a la esclavitud del pecado ya que queremos evitar incluso la sensación anímica de la muerte. Pero volvamos a donde estábamos. Esa consciencia de la inevitabilidad de la muerte corroe la existencia humana. Tenemos un final. Y no lo parece. Y por no parecerlo, cuando la muerte se presenta en nuestra vida, como en la de estos estudiantes, bueno, y en la de toda la universidad, no te deja indiferente. Y tú, de alguna manera, dialogas con ella, pero a la segunda frase quieres huir. Escapas de ti mismo, de tu realidad. No puedes creer, o quizás mejor, pensar, que tú tengas un final. Porque creer lo crees, es indudable que somos finitos, pero pensarlo, amiguito, eso es otra cosa.
Y te puede ir bien, y te puede ir mal, y te puede ir fatal, pero de la muerte, que podía ser una salida a tanto sinsabor, ni hablar.
Y yo me pregunto, ¿Qué tendrá este valle de lágrimas que todos están jodidos pero nadie quiere morirse?.
Yo, particularmente, creo en la vida eterna, la vida no es sólo ésta ni esto, hay más, pero eso de morirme... ¿Y sí duele?.
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