NI las bacterias ni los paramecios, entre otros, pueden ir de entierro, y además como no tienen álbum familiar, no pueden conocer ni a su padre o ni a su madre.
“¿De qué vas?” Puedes estar pensando ahora mismo, y no sin razón, pero te saco de dudas ahorita ya:
Los seres unicelulares, a no ser que les ocurra un accidente, o un enemigo (otro ser vivo o una sustancia) acabe con ellos, no mueren. Fíjate en un paramecio por ejemplo. Éste es un ser unicelular, un protozoo que habitas las aguas dulces.
Cuando a un paramecio le llega la hora de reproducirse, primero intercambian material genético con otro (conjugación), pero después, y es a donde queríamos llegar, llega la división celular. La célula que se reproduce, llamémosla madre, se divide en dos células hijas.
Aquí es donde quiero detenerme. La célula madre se divide en dos hijas, que se separan y siguen su vida, pero no hay ya más célula madre, no hay cadáver, no muere.
EL paramecio no ha muerto. Es verdad que el individuo madre ya no existe, desaparece esa individualidad, y se ha transformado en dos nuevos individuos, pero no ha muerto en sí.
Su vida se transforma en dos, podríamos decir que fructifica en dos vidas nuevas, pero no se ha producido una muerte. No ha habido un fallo en las funciones vitales, no ha habido un shock funcional, ni ha dejado de tener ese impulso vital que anima a la materia, simplemente ahora es… dos células.
Think about it.
Just another silly thing.